Por: Jorge de la Fuente
Art América No. 85 Noviembre 1997

 

El paisaje entra a formar parte de la cultura cuando la naturaleza se espiritualiza. Desde los mitos y el animismo hasta las más diversas concepciones panteístas  la idea de una naturaleza trascendente y de un sentido humano en el paisaje natural conforman las bases subjetivas de distintas interpretaciones históricas acerca del carácter simbólico del paisaje artístico.

La obra de Luis Vega es una instancia paradigmatica de esa noción de “paisaje construido”.Y ese ejercicio creador de la imaginación le confiere a sus cuadros una magia peculiar porque tanto los conjuntos como los detalles parecen copiados de la realidad o producen un  “efecto de realidad”. Se trata de una reveladora contradicción; estamos en presencia de paisajes posibles que el artista se encarga de “desnaturalizar” a través de una
dramaturgia que no solo recurre a la ficción de los “paisajes en el cielo” o de las “palmas viajeras” – que son las ficciónes mas evidentes, sino que también utiliza recursos más sofisticados como el tratamiento expresivo de la luz, la intensidad de los colores o la misma “puesta en escena”. Este ultimo es un elemento esencial, En los paisajes de Vega, el tópico descriptivo y literario se complementa con el uso de los primeros pianos en función escenográfica o con metáforas visuales cuya estrategia semántica gira alrededor del aislamiento y el éxodo.  Quizás este dato explique la total ausencia de la figura humana; el mar, las palmas, la vegetación o el cielo son los sustitutos corpóreos de una presencia subjetiva diluida en el paisaje. Es el recuerdo que se proyecta a los lugares que por si mismo, sin nosotros, revelan una identidad cultural, un sentido de pertenencia.

En buena medida, la obra paisajista de Vega es una obsesiva búsqueda del espacio físico de la nación cubana coronado por un cielo de un azul deslumbrante que alcanza niveles de tratamiento plástico raramente vistos en nuestra tradición pictórica . En particular, las nubes son un elemento central en esta simbologia que las convierte en protagonistas del drama o en soportes etéreos de un paisaje imaginado, no creo recordar mayor virtuosismo en el acabado pictórico de las nubes que, entre otras cosas, pone de relieve una constante en el trabajo de Vega ; su respeto al oficio , su paciencia de orfebre oriental y una vocación figurativa que no escatima energías para lograr transmitirnos las mas sugestiva sensación de verosimilitud.

En términos estilistícos, influyen en este artista diversas asimilaciones; por un lado, la riqueza paisajista de la pintura cubana; por el otro , las fuentes iconográficas provenientes del arte naive y del surrealismo.

La huella surrealista- tendencia que, por cierto, no trabajó el paisaje- se observa en la presencia de lo onírico y en la atmósfera general de los cuadros donde la alteración del lugar convencional del cielo y la tierra produce efectos de extrañeza y misterio.

Ouizás esa vocación por la claridad y por el juego desahogado con los espacios es la que explique la preferencia de Vega por los grandes formatos.  A mi modo de ver, ese contraste entre zonas del cuadro trabajadas con gran detalle y otras resueltas en planos relativamente homogéneos provoca una agradable sensación perceptiva, un balance composicional muy atractivo a la contemplación.  No obstante esto, los paisajes de Vega no son estáticos sino que, por diversas vías, logran transmitirnos el dinamismo de esa peculiar naturaleza que el ha sabido espiritualizar.

En el personalismo paisaje de Luis Vega, la técnica y el depurado oficio son instrumentos flexibles de un lenguaje que nos quiere hablar no solo de nostalgias sino también de un espacio presente en el que podamos reconocernos.